artículo originalmente publicado EN CANARIAS 3.0
Se llama Kamoga Hassan, pero no lo encontrarás por este nombre en las redes sociales. “No uso mi nombre real porque es fácil que las personas homófobas me encuentren y también porque hay gente que me envía mensajes fraternales a mis perfiles, así que por seguridad para nosotros, incluso cuando uso Internet con otro nombre, soy muy muy cuidadoso. Internet es bueno pero al mismo tiempo es peligroso”. Lo dice el director del Festival Internacional de Cine Gay de Kampala (QUEERKIFF), un evento que lucha contra la discriminación de las personas LGTBI (Lesbianas, Gays, Transgénero, Bisexuales e Intersexuales) a través de las películas y que para llevarse a cabo utiliza principalmente herramientas online.
“No lo anunciamos en la televisión, no usamos la radio o los periódicos para difundir el festival sino que la gente va a nuestra página web, lee la información general del festival y sigue las pautas sobre cómo asistir. Ellos nos mandan un mensaje a un número de móvil extranjero y nosotros investigamos quién es mirando qué tipo de contenidos publica, quiénes son sus amigos y haciéndoles preguntas, como por qué quieren venir al festival. Durante este proceso nosotros podemos detectar quién es favorable y quién no al colectivo LGTBI”, explica Hassan.
Así, el primer paso para organizar un festival clandestino es apoyarse en la red, pero luego también hay que mantener un estricta discreción para garantizar la seguridad. De ahí que los distintos lugares donde se van a realizar los pases no sean revelados hasta poco antes de que se proyecten, algo que se hace también mediante un mensaje de texto online dirigido a los asistentes que han pasado la criba, a los que además, y este es el tercer requisito fundamental para organizar un festival en la clandestinidad, se les pone una condición: “Si viene a QUEERKIFF 2017 respete a su vecino. Nuestra prioridad número uno es mantener un entorno seguro y amigable. Trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”, advierte su web.
“Somos un festival muy clandestino y es muy triste que no podamos aceptar directamente a todo el mundo por seguridad, pero por el momento nos conformamos con que la gente que venga luego transmita a otros cómo les hicieron sentir las películas que vieron y las discusiones en las que participaron, y así realmente se eduquen los unos a los otros sobre lo que está ocurriendo contra el movimiento LGTBI”, afirma el director de QUEERKIFF. Se refiere a la situación de represión que sufre este colectivo en Uganda y es ahí donde reside la respuesta al por qué tener que organizar un festival en la clandestinidad: En 2014 el Gobierno ugandés promulgó la llamada ley anti-homosexualidad, que proponía la pena de muerte para las personas gays en una primera versión para luego ser modificada a siete años de prisión y posteriormente a cadena perpetua o expatriación en algunos casos. Aunque esta legislación fue finalmente derogada ante la presión internacional promovida por los grupos activistas, la suspensión gubernamental de la última fiesta del Orgullo por segundo año consecutivo revela el rechazo aún presente en el país. Tal y como advierte Hassan, “todavía hay mucha homofobia en Uganda, quiero decir, no puedes ir por las calles de Kampala con una bandera del arcoíris y no pensar que te pueden matar”.
Este cineasta ugandés dejó su trayectoria como filmador de bodas y eventos corporativos cuando en 2011 el activista ugandés por los derechos LGTBI Davi Kato fue asesinado a tiros en su casa por un hombre, después de que un periódico publicara su nombre y foto en una lista que revelaba a cien personas homosexuales del país. Cuatro años después, vio la luz ‘Delatado: la dolorosa realidad’ (Outed: The Painful Reality, su título original en inglés), su primer largometraje basado en la historia real de un publicista que, como Kato, fue señalado por los medios y perdió su trabajo, le echaron de su casa y al que también le quitaron la vida. “Con ‘Delatado’ hablamos de esta realidad en festivales alrededor del mundo y vimos que cuando usas una película puedes dar más visibilidad sobre un tema y concienciar a la gente. Esta es la idea con la que empezamos el festival: lo usamos como una plataforma para concienciar a las masas sobre las realidades LGTBI. Si miras a África nosotros no tenemos muchos festivales de cine LGTBI, el más duradero ha sido ‘Out in Africa’, que se celebraba en Sudáfrica pero de repente cerró. Así que en este momento somos el único festival de cine LGTBI en África y además lo organizamos en un país donde se criminaliza ser gay, pero no queremos poner el foco solamente en qué está pasando en Uganda, queremos ver qué está pasando en otros lugares para encontrar soluciones”.
Tras acoger en su primera edición a más de ochocientas personas, el festival QUEERKIFF vuelve a celebrarse este año en Uganda del ocho al diez de diciembre con una nueva categoría de vídeos musicales y un total de treinta y siete películas, de las cuales siete son africanas. “Esto incluye cuatro películas rodadas por ugandeses sobre personas LGTBI que viven en Uganda, lo que es algo realmente bueno porque cuando proyectamos estas películas la gente puede darse cuenta fácilmente de lo que ocurre y lo ve como algo más cercano. Esto es importante para nosotros porque creemos que no tiene sentido que un festival tenga lugar en Uganda y sólo se proyecten películas occidentales”, señala Hassan al tiempo que lamenta como “algunas personas dicen que vamos a proyectar películas de pornografía gay e incluso hay gente que dice que usamos esto como una plataforma para reclutar a niños, y eso no es verdad. Mucha gente aquí en Uganda dice que ser gay no es africano, lo cual no es verdad porque la homosexualidad ha sido parte de las comunidades ugandesas. Si repasas nuestra historia puedes ver que habían reyes y reinas que eran gays”, argumenta.
Y está en lo cierto, tal y como recoge la investigación ‘Varones esposas y maridos mujeres: Estudios de homosexualidad africana’ (Boy Wives and Female Husbands: Studies of African Homosexualities, en su título original en inglés, Palgrave, 1998) de Stephen O. Murray y Will Roscoe, los langi del norte de Uganda reconocían el matrimonio entre hombres, así como entre mujeres en el caso de los bantú, los nandi y los kikuyu. Para Hassan “la hostilidad que estamos sufriendo ahora procede de los evangelistas occidentales que vinieron a Uganda, un país realmente pobre en el que la mayoría de la gente es muy religiosa. Ahora hay muchos cristianos, así que es realmente fácil instalar un mensaje homofóbico aquí”. Tampoco ayuda la política. “No se puede obviar el impacto político en la mentalidad de la gente, sería distinto si nuestros líderes no difundieran continuamente cosas malas de la comunidad LGTBI”, añade.
Ante este relato, la pregunta es obligada: ¿No tienes miedo de organizar un festival de cine gay en Uganda?. “Sí, en cierto modo tengo miedo pero no estoy rompiendo ninguna ley. Si hablamos de libertad de reunión, libertad de expresión y derecho a la dignidad nuestra constitución es muy clara al respecto. El silencio para mí no es una opción, si quieres libertad tienes que pronunciarte”, responde.